domingo, agosto 15, 2010

El tiempo dice; y cada hora guarda su infalible voz


Las páginas se niegan a ser escritas y se ajan de relecturas. Hoy es Sábado de tarde, las horas dicen poco, más bien recuerdan mucho. Antes de mi llegada, sus manos intercambian el control por el celular y el celular por el control. Uno y otro van y vienen en sus manos que se pausan para acariciar el apoya brazos de mimbre. Con sus movimientos dejan escuchar los quejidos del sillón chocolate. Abro la puerta y la encuentro débilmente alumbrada por la parpadeante claridad de la pantalla. En la penumbra me recibe prendiendo su sonrisa de mueca picara y disimulada.

Su sonrisa es hermosa. Sus manos también lo son. Con ellas tejía en otro tiempo. Tejió prendas y planes. Días y sueños. Platos y postres. Ama tejer, pues para tejer se necesita amar. Dos agujas, diseñador y modelo, compartir y quien comparta, todo en el tejido es múltiplo de dos. En el punto hay trama, en la trama forma y en el arte de crear, una persona que recibirá un regalo. En cada paso del proceso se niega la soledad.

Y hace un tiempo que con valentía ella enfrenta el estar sola. Y cuando atino a irme, y le tomo una mano, comienza a salir la charla que no podíamos escuchar mientras la TV hablaba. Y me doy cuenta que la tercera edad, debería ser de primera. Y tal vez lo es, cuando una abuela te hace entender que para llegar bien hasta allá, no es indispensable el estudio, el trabajo o el éxito profesional, pero sí lo es tener el corazón lleno. Tan lleno que sufra extrañando otros tiempos. Sufra y se vuelva a llenar de ellos cuando por medio del relato se re-crea en los oídos de un nieto y una familia que escucha.

(A mi abuela María)