sábado, septiembre 17, 2016

Sol helado

Su nombre es como el sol aunque a veces amanece helado.  Hace un tiempo que no importa a donde vaya, en que situación esté y hacia donde me dirija, casi sin excepción el eco de sus pasos resuena cerca, marcando fiel el ritmo de los míos.  Intento evitar la tentación de mirar de reojo para encontrarla, pero sucumbo,  tarde o temprano he de ver su reflejo en las vidrieras de mis caminos.  Más cerca, más lejos, mi mirada siempre termina con ella.  Tenemos como un imán, una brújula interna que nos marca el camino al encuentro mutuo.  Creo que padecemos de una compartida atracción irresistible.  

Hoy dejé que me alcance, dejé de escaparle, corrí una silla junto a mi mesa y finalmente nos sentamos a hacer las pases.  Nos hacemos compañía mientras humea el té y el teclado percute rítmicamente hilando este post que irá a acompañar a cualquiera que decida leerlo.  Al fin y al cabo todo se trata de acompañar, estar allí.  Y para eso, ella es incondicional, cuando todos se han ido, invariablemente ella seguirá aquí a mi lado, de eso ella y yo estamos seguros.  Nuestro compromiso no tiene letra chica ni términos absurdos.  Siempre allí, el uno para el otro.

Hace un tiempo comencé falsamente a extrañarla, pues hay periodos en que junta sus cosas y parte a un largo viaje.  Llegamos a pensar que nos hemos olvidado, que uno ha podido superar al otro.  Error, las vueltas de página del calendario volverán a traerla a mi.  Tarde o temprano, el tiempo y la vida nos encontrarán, lo sé.  Es como el encuentro con alguien que creías que habías olvidado, y un día jugando a escapar, choca en el supermercado su carro con el tuyo.  El de ella lleno de recuerdos, listo para llenar el tuyo.

Siempre.