miércoles, marzo 23, 2011

Playa invierno (2da Parte)

Sienten grande el privilegio de hablar cara a cara. Privilegio que antes tenían solo algún fin de semana por mes. Estando juntos se han sorprendido al encontrar lo que solo asoma cuando se comparte lo cotidiano. Descubrieron que tienen asco a cosas parecidas, como lo son encontrar restos pequeños de bizcocho pegados a la bombilla de alguien que acaba de tomar del mate y especialmente, respirar el olor a grasitud en el cuerpo de quien se ha parado delante mientras se sube una escalera mecánica. Sin embargo Paula guarda un asco que no comparte, uno muy personal. Ella imagina que el olor de un colchón usado se debe a cierta incubación de mugre del tipo "fermentativa" dentro del mismo. Tiene la fantasía de que la suciedad de “quien sabe que detestable individuo que puedo haber hecho uso del mismo” es capaz de poseer al objeto. Ahora el colchón usado es entonces víctima de un hechizo del que nadie puede librarlo. Quien haga uso del colchón se expone a la maldición por causa de la cual, se suele sentir en el cuerpo un cosquilleo hormigueante de insectos que trepan comenzando por las extremidades. Es un hechizo que puede llevar a la posesión que tendrá por víctima al indefenso durmiente y por victimario al demonio de las suciedades nocturnas. Pronto descubrirá que este asco compite muy de cerca con el olor a sucio de quien está por delante en la escalera mecánica. “Por qué no se bañan”! suele exclamar en voz baja mientras dura semejante inconveniencia.
Sus ascos están tan profundamente arraigados, que se pregunta si todo esto se debe a alguna situación no resuelta de la niñez, cuyo efecto ha constituido una formación reactiva, de calidad inconsciente, que atormenta su psiquis. Nunca ha llevado semejante tema a
su análisis, pero en ciertas situaciones se plantea si no debería hacerlo.
Hoy lee en uno de los libros de su autor preferido:
Yo no creo en las fórmulas fantasiosas o en las excursiones históricas para adentrarse en tu pasado personal y descubrir que el "paso de los pañales al retrete" fue hecho en forma torpe y brusca y que otras personas son las responsables de tu infelicidad.
La cita la absorbe completamente. Su significado ha disparado una serie de memorias y fantasías de sus primeros años de vida. Ahora parece entenderlo todo. No lo puede explicar, pues la sensación es tan clara que asusta, tan lúcida que no puede acatarla. Vino a buscar sol y sigue remando lunas. Partió divisando un horizonte y hoy solo camina callejones de regreso a donde siempre a estado. No todas las playas son lo que parecen, y en esta, aunque playa, habita el invierno.
Se enoja por la ironía de la vida que cachetea violenta su realidad y no quiere estar pasando por esto


¡No quiere!
Mientras piensa, un cover de Glee suena de fondo “La vida muchas veces no es lo que queremos, sino lo que necesitamos…”
No quiere estar allí, playa invierno es poca playa, es poco sol ¡Para septiembre falta mucho y ella ha decidido primavera hoy!
El momento ha llegado (continuará)

lunes, marzo 21, 2011

Playa invierno (1er parte)


Paula observa los carteles que señalan el nombre a cada calle mientras el taxi atraviesa la ciudad. Está lejos de casa, el viaje que acaba de terminar hace este hecho más patente.
No le gusta lo que ve, o no ve lo que le gusta, no lo sabe aún. ¿Qué hace ella aquí? Tenía un excelente trabajo. Desde su oficina podía ver el río y el Yatch club de la acaudalada clase alta de la ciudad. Desde su departamento la vista incluía los edificios más imponentes y los parques más hermosos de la capital. El paisaje es otro hoy, y se siente extraña.

No quiere estar allí.

Su elegante figura que viste a la moda de la capital no parece encajar con la provincia. De buen gusto, exigente y dulce, intenta ser cortés con el conductor que escucha chamamé todo el trayecto desde la terminal hasta el edificio en donde se ubica su nuevo hogar. Intenta convencerse de que no puede quejarse de todo. Está empeñada en reservar sus sentimientos, por lo menos por ahora, para sí. Casi no dice nada.

Los días pasan.

La cocina se tiñe de verde manzana en sus detalles. Paula adora el verde manzana. Al mirar como su apartamento toma el color y la personalidad que la refleja, le ha hecho sentir algo de alivio. Cuando siente que ha arriesgado mucho en este cambio de vida que la ha llevado a viajar, vivir y trabajar lejos; busca consuelo en Dios. Es creyente, y más creyente que religiosa. Está convencida de que la fé y la religión no son exactamente lo mismo.
No se ha dado cuenta y está otra vez divisando el horizonte. Puede ver desde el piso 12 como la tierra encuentra su frontera poco antes de dar lugar al río Paraná. Trata de prologar estos instantes en donde algo interno se acomoda en silencio, poniendo un límite a la incertidumbre que últimamente galopa fuerte.

Martín vive del otro lado del río, y ahora pasan más tiempo juntos. Él es el motivo del nuevo comienzo en playa invierno. (Continuará)

domingo, marzo 20, 2011

Decirte

Palabras que se cruzan, lenguajes que se pierden en locura dormitada.
Los habitantes del silencio, gritan despacio, no saben de torturas,
la habitación del miedo calla de espanto y
se duermen las orquideas en el cuarto contiguo.

No entender es virtud de pocos que disfrutan,
pues al salir la libertad es tanta que oprime. Me gimen los tímpanos,
me suben hasta el último de los pisos de un edificio fantasma. Hay olor a soledad, naftalinas sucias de cajónes anticuados.

Ya no hay nadie, y siguen llegando.
Si llegan a donde van
no hay camino que lleve a alguna parte.
Ya queda poco. Poco como la plata, como si el espacio ahora se comprara al tiempo.
Y cambio mi tiempo por espacio.
Nunca tuve menos.




Lo sé, no decir nada es decirlo todo. Ahora ellos casi lo saben...