lunes, junio 08, 2009

“Você é sempre, você!”

Transcurría el caluroso invierno del año 2006. Me encontraba en el estado de Maranhao, bien al nordeste de Brasil. Hacía pocos meses que había concluido mis estudios universitarios y decidí pasar un par de años misionando. Así es que estaba trabajando junto a dos pastores en Barrerinhas, un distrito que contaba con 70 iglesias. El trabajo era enorme y yo estaba tratando de colaborar todavía con un portugués muy pobre. El clima no ayudaba ya que aun siendo invierno, las temperaturas variaban entre los 25 grados de noche y 35 grados durante el día. Para recorrer el territorio utilizábamos barco, moto cross y algún vecino que nos llevaba en su 4 x 4. Era una zona selvática, difícil de penetrar, con muchos caminos angostos, ríos, lagunas y arroyos que cortaban el paso. La aventura para mi era fascinante. Me sentía una mezcla de explorador y aventurero. Constantemente lograba distraerme de cuestiones existenciales y preguntas sobre el sentido de mi vida y especialmente sobre mi futuro como profesional. Casi parecía que no necesitaba plantearme estos asuntos que días atrás me tenían tan ensimismado.

Viví ese tiempo en la casa del pastor Mauricio. Al princípio no entendía mucho, ni sabía bien lo que comía, pero me dieron tanta hospitalidad y tanto afecto que todo se toleraba de buen ánimo. Pasaron los días y me hice amigo de la familia, especialmente de sus dos hijos. Emilie era la menor, una hermosa garota de 6 años de edad. Simpática, despierta y graciosa. Qué bueno era jugar con ella! Era mi compañera, a donde yo iba, ella iba también... bastaba mirar hacía atrás y allí estaba Emilie con su sonrisa picarona. Natán, su hermano, me buscaba pero con fines bien definidos: jugar al futbol, correr una carrera, ir a nadar o trepar un arbol. Pero Emili, parecía buscarme porque le gustaba estar conmigo, me encariñé mucho con ella y me enseñó las mejores lecciones de portugués.

Cierto día, por causa del calor y el uso del casco para andar en moto, decidí cambiar de look. Así fue que me hice cortar el cabello bien corto, tan corto que no tenía necesidad de peinarlo. También decidí sacarme la barba. Quedé bien distinto y hasta parecía menor. Cuando Emilie me vio, se largó a reír! Se reía con tantas ganas, que me tentó y comencé a reír con ella. Mientras se reía me dijo: “você... –jaja- tiro sua barba...-jaja-”! A lo que yo respondí: “Sim, agora sou outra pessoa!” Sin esperar un instante afirmó: “nao! você é sempre, você!”.

Você e sempre, você! Emilie me enseñó una lección ese día. Una lección que me es útil cuando las cosas en la vida no están en orden. Es cuando nos sentimos vacios de sentidos, frustrados con nosotros mismos y nuestra vida diaria, aburridos de batallar con problemas iguales, avergonzados de volver a pedir perdón por lo mismo, cuando estamos fragiles e incoherentes... Es allí cuando recuerdo el você é sempre, você!

Así es, sencillo y claro. A la vista de Dios, aunque no lo sintamos, aunque no lo merezcamos, aunque no tengamos cara para volver... Para Él siempre somos sus hijos. Y cuando un hijo vuelve Él hace una fiesta, aunque pensemos que lo único que merecemos es un castigo .

Cuando sintamos que la vida nos cambió, que las cosas nunca van a volver a ser como antes o que ya no hay vuelta atrás... hace bien recordar las palabras del padre al hijo pródigo (Lucas capítulo 15 en la Biblia). No importa cuanto hayamos cambiado a la vista de otros y cuan agenos nos sintamos a nosotros mismos, para Él (y para Emilie), você é sempre, você!



4 comentarios:

Butterfly dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Butterfly dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

sos un hombre maravilloso...leerte me acerca a lo que sos, y veo que sos alguien muy especial...
gracias!

Bell dijo...

:) realmente inspirador y tierno!
gracias!