lunes, marzo 21, 2011

Playa invierno (1er parte)


Paula observa los carteles que señalan el nombre a cada calle mientras el taxi atraviesa la ciudad. Está lejos de casa, el viaje que acaba de terminar hace este hecho más patente.
No le gusta lo que ve, o no ve lo que le gusta, no lo sabe aún. ¿Qué hace ella aquí? Tenía un excelente trabajo. Desde su oficina podía ver el río y el Yatch club de la acaudalada clase alta de la ciudad. Desde su departamento la vista incluía los edificios más imponentes y los parques más hermosos de la capital. El paisaje es otro hoy, y se siente extraña.

No quiere estar allí.

Su elegante figura que viste a la moda de la capital no parece encajar con la provincia. De buen gusto, exigente y dulce, intenta ser cortés con el conductor que escucha chamamé todo el trayecto desde la terminal hasta el edificio en donde se ubica su nuevo hogar. Intenta convencerse de que no puede quejarse de todo. Está empeñada en reservar sus sentimientos, por lo menos por ahora, para sí. Casi no dice nada.

Los días pasan.

La cocina se tiñe de verde manzana en sus detalles. Paula adora el verde manzana. Al mirar como su apartamento toma el color y la personalidad que la refleja, le ha hecho sentir algo de alivio. Cuando siente que ha arriesgado mucho en este cambio de vida que la ha llevado a viajar, vivir y trabajar lejos; busca consuelo en Dios. Es creyente, y más creyente que religiosa. Está convencida de que la fé y la religión no son exactamente lo mismo.
No se ha dado cuenta y está otra vez divisando el horizonte. Puede ver desde el piso 12 como la tierra encuentra su frontera poco antes de dar lugar al río Paraná. Trata de prologar estos instantes en donde algo interno se acomoda en silencio, poniendo un límite a la incertidumbre que últimamente galopa fuerte.

Martín vive del otro lado del río, y ahora pasan más tiempo juntos. Él es el motivo del nuevo comienzo en playa invierno. (Continuará)

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