Corro, no pienso, corro.
Corro al horizonte, siempre horizonte, corro.
Corro, menos aire y más cansancio, corro.
Me persigue el pasado. Incorregible, inaccesible, lapidado y firme. Me saludan el agradecimiento, la sabiduría, la nostalgia y el arrepentimiento de lo que ahora fue y siempre será.
Por delante futuro. Inmarcesible, abierto, lleno, límpido. Todavía allá, nada aquí, pero un poco allá y otro aquí. Y me saludan la señora ansiedad, me presentan a incertidumbre, se sienta de un lado la pregunta y del otro el temor. Pero a la cabecera solo tiene derecho a sentarse quien yo decida.
Ninguno de ellos está allí.
Corro, la pendiente se acentúa, no hay pausa, corro. El paisaje hipnótico y amable me invita, me tracciona. Y cuando corro, hay mucho presente. Corro.
Y estoy finalmente aquí. Vencido por el relato jadeante que delata mi agotamiento y mi disimulable satisfacción. No disimulo. Corro.
Y el presente se abre ante mi como un regalo, después de todo ¿No es eso un "presente"? Y me sorprende la nobleza de nuestra lengua que se anima a designar al momento más inmediatamente disponible como una gracia.
Corro, y me encuentro con ella, con Él y con la increíble oportunidad de vivir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario