domingo, febrero 20, 2011

Un polaco, un argentino y una moldava (2da parte)

Me dijo que me sienta como en mi cuarto, (después de todo lo era, no?) y volvió a concentrarse en la maqueta que intentaba armar sin prisa pero sin pausa. Yo esperaba un caluroso saludo latino y hasta algo de charla. Él, siguió calmadamente pintando quien sabe que parte de tremenda construcción. Yo pensé para mis adentros: “que suerte la mía… nos vamos a llevar bárbaro!”. Lo cierto es que no tardé en apreciar la cálida distancia y la amabilidad sin pegoteo que caracterizaban a Daniel, debo decir que llegó a gustarme su estilo.

Uno de los primeros recuerdos que tengo de nuestra

amistad se dio en un almuerzo en el comedor del colegio que nos conectó desde un lugar casi cómico. Resulta que una profesora joven, tal vez de 30 años se sentó a compartir la comida con nosotros. No habíamos cruzado más que los primeros saludos cuando luego de un bocado asomó su amplia sonrisa, creo a razón de algo que había comentado Daniel. Sonrisa decorada con restos de ensalada en uno de sus dientes, debo aclarar. Instantes después nos mirábamos de reojo con Daniel que estaba sentado en frente mío con una inolvidable mueca de asco. Fue la primera conexión tácita que tuve con mi nuevo compañero de cuarto.

Con el tiempo nos sorprendíamos hablando y divirtiéndonos juntos. ¿Cuánto tema de conversación pueden tener en común un ingeniero en sistemas polaco con un Lic. en teología argentino? Se sorprenderían al descubrir cuanto! Pronto aprendería mis primeras frases en polaco y
Daniel practicaría su español básico legado de una ex novia centroamericana que sería largo explicar cómo había llegado a conocer. Y el tiempo siguió pasando.

Promediando un invernal octubre, abandoné Londres, esta vez sin confiarle mi partida a la desafortunada Varig. Daniel me despidió y ninguno de los dos sabía si volveríamos a vernos. La distancia duró tan solo 2 años, ya que poco tiempo después de mi partida, Daniel conoció a una atractiva moldava y decidieron casarse. ¿En quien pensó Daniel a la hora de oficiar la boda? En su amigo el argentino.

Viajé a su pueblo natal en Polonia en donde no solo casé a Daniel y Liuba, sino que gané el ramo de la novia junto con los aplausos de los invitados y la promesa de que pronto me tocaría el turno a . Me resultó embarazoso atrapar el femenino bouquet, sin embargo la tradición de esas latitudes no tuvo cuidado de mi vergüenza.

Emociones, sonrisas, fotos, traductores y cuando desperté, el momento se había vuelto un recuerdo.

Y una vez más allí estaba yo, volando de nuevo para Argentina y pensando en que la historia había comenzado con un viaje casi frustrado por una quiebra y una bienvenida poco amable de quien hoy es uno de mis mejores amigos.

1 comentario:

Bell dijo...

que linda historia!! y que rara tradicion de agarrar el ramo! jajaja ahora ya sabes lo que sienten todas las mujeres que caen a un casorio sin pareja y son expuestas de la manera mas explicita en el medio del salon!
:0)