No debería escribir: "no debería".
lunes, junio 13, 2011
No debería escribir: "no debería".
martes, junio 07, 2011
Me río!
A mi derecha las olas rompen rítmicamente contra la costanera. A la izquierda la avenida Aeroparque... cargada, muy cargada. Abajo mis piernas que se mueven paralelas, a tiempo y alternándose sin que yo tenga conciencia del esfuerzo. Es que mi conciencia está diluida en el horizonte, entre el brillo encandilante del sol sobre la cubierta del Río de la Plata y el horizonte de mar.
domingo, mayo 22, 2011
Trasnoche, cansancio y 15 minutos de lucidez. Estos son los ingredientes de este post que no quiere irse a dormir sin ser escrito:
sábado, abril 16, 2011
Playa invierno (3ra parte)
Y los momentos como sucesiones irrepetibles en el espacio del tiempo no pueden dejar pasar a este. Pues este no es uno, sino que este es El momento. Es que este momento tiene que ver directamente con lo que él (no el momento, sino por el contrario él en este momento) ha dejado de significar.
Hoy Paula se ha parado sobre sus dos pies.
Luego de estar acostada y dormida durante la noche, descubre que despertar no siempre es tan incómodo. El sol es claro y luego de acostumbrar sus pupilas al día, la duda de la penumbra no dice presente. Ya no sabe cuál es el camino, lo que sabe es que no estaba transitando ninguno que la lleve a encontrarlo.
Hoy Paula se ha parado sobre sus propios pies. Pararse sobre sus propias piernas es parecido a la sensación de recordar que con la única persona que tiene la absoluta seguridad de levantarse y acostarse todos los días de su vida, es con ella misma, nadie más. Realidad que encuentra su corazón diferente pues él se ve diferente hoy. Él lucia indestructible, completamente entero, más allá de cualquier vulnerabilidad.
Hoy no.
Hoy sí.
Hoy sí puede pensar. Hoy puede decidir y decir lo que decide. Secar sus lágrimas y dejar el exilio. Sí, dejar el ex-ilio. Dejar al ex y a su lío.
De aquí en más, la historia no se cierra, se abre. Y todo aquel que ha pasado por principios y finales entenderá que no puedo más que dejar abierto este final. Libre. Completamente librado a su propio azar. Enteramente ajeno a estas letras y completamente vivo, como cada día que Paula ahora vive parada sobre sus propios pies. En sus pies no hay arena, ni olas, ni playa. Ya no es invierno.
FIN
miércoles, marzo 23, 2011
Playa invierno (2da Parte)
Hoy lee en uno de los libros de su autor preferido:
No quiere estar allí, playa invierno es poca playa, es poco sol ¡Para septiembre falta mucho y ella ha decidido primavera hoy!
lunes, marzo 21, 2011
Playa invierno (1er parte)
Paula observa los carteles que señalan el nombre a cada calle mientras el taxi atraviesa la ciudad. Está lejos de casa, el viaje que acaba de terminar hace este hecho más patente.
No le gusta lo que ve, o no ve lo que le gusta, no lo sabe aún. ¿Qué hace ella aquí? Tenía un excelente trabajo. Desde su oficina podía ver el río y el Yatch club de la acaudalada clase alta de la ciudad. Desde su departamento la vista incluía los edificios más imponentes y los parques más hermosos de la capital. El paisaje es otro hoy, y se siente extraña.
No quiere estar allí.
Su elegante figura que viste a la moda de la capital no parece encajar con la provincia. De buen gusto, exigente y dulce, intenta ser cortés con el conductor que escucha chamamé todo el trayecto desde la terminal hasta el edificio en donde se ubica su nuevo hogar. Intenta convencerse de que no puede quejarse de todo. Está empeñada en reservar sus sentimientos, por lo menos por ahora, para sí. Casi no dice nada.
Los días pasan.
La cocina se tiñe de verde manzana en sus detalles. Paula adora el verde manzana. Al mirar como su apartamento toma el color y la personalidad que la refleja, le ha hecho sentir algo de alivio. Cuando siente que ha arriesgado mucho en este cambio de vida que la ha llevado a viajar, vivir y trabajar lejos; busca consuelo en Dios. Es creyente, y más creyente que religiosa. Está convencida de que la fé y la religión no son exactamente lo mismo.
No se ha dado cuenta y está otra vez divisando el horizonte. Puede ver desde el piso 12 como la tierra encuentra su frontera poco antes de dar lugar al río Paraná. Trata de prologar estos instantes en donde algo interno se acomoda en silencio, poniendo un límite a la incertidumbre que últimamente galopa fuerte.
Martín vive del otro lado del río, y ahora pasan más tiempo juntos. Él es el motivo del nuevo comienzo en playa invierno. (Continuará)
domingo, marzo 20, 2011
Decirte
Los habitantes del silencio, gritan despacio, no saben de torturas,
la habitación del miedo calla de espanto y
se duermen las orquideas en el cuarto contiguo.
No entender es virtud de pocos que disfrutan,
pues al salir la libertad es tanta que oprime. Me gimen los tímpanos,
me suben hasta el último de los pisos de un edificio fantasma. Hay olor a soledad, naftalinas sucias de cajónes anticuados.
domingo, febrero 20, 2011
Un polaco, un argentino y una moldava (2da parte)
Me dijo que me sienta como en mi cuarto, (después de todo lo era, no?) y volvió a concentrarse en la maqueta que intentaba armar sin prisa pero sin pausa. Yo esperaba un caluroso saludo latino y hasta algo de charla. Él, siguió calmadamente pintando quien sabe que parte de tremenda construcción. Yo pensé para mis adentros: “que suerte la mía… nos vamos a llevar bárbaro!”. Lo cierto es que no tardé en apreciar la cálida distancia y la amabilidad sin pegoteo que caracterizaban a Daniel, debo decir que llegó a gustarme su estilo.
Uno de los primeros recuerdos que tengo de nuestra
amistad se dio en un almuerzo en el comedor del colegio que nos conectó desde un lugar casi cómico. Resulta que una profesora joven, tal vez de 30 años se sentó a compartir la comida con nosotros. No habíamos cruzado más que los primeros saludos cuando luego de un bocado asomó su amplia sonrisa, creo a razón de algo que había comentado Daniel. Sonrisa decorada con restos de ensalada en uno de sus dientes, debo aclarar. Instantes después nos mirábamos de reojo con Daniel que estaba sentado en frente mío con una inolvidable mueca de asco. Fue la primera conexión tácita que tuve con mi nuevo compañero de cuarto.
Con el tiempo nos sorprendíamos hablando y divirtiéndonos juntos. ¿Cuánto tema de conversación pueden tener en común un ingeniero en sistemas polaco con un Lic. en teología argentino? Se sorprenderían al descubrir cuanto! Pronto aprendería mis primeras frases en polaco y
Daniel practicaría su español básico legado de una ex novia centroamericana que sería largo explicar cómo había llegado a conocer. Y el tiempo siguió pasando.
Promediando un invernal octubre, abandoné Londres, esta vez sin confiarle mi partida a la desafortunada Varig. Daniel me despidió y ninguno de los dos sabía si volveríamos a vernos. La distancia duró tan solo 2 años, ya que poco tiempo después de mi partida, Daniel conoció a una atractiva moldava y decidieron casarse. ¿En quien pensó Daniel a la hora de oficiar la boda? En su amigo el argentino.
Viajé a su pueblo natal en Polonia en donde no solo casé a Daniel y Liuba, sino que gané el ramo de la novia junto con los aplausos de los invitados y la promesa de que pronto me tocaría el turno a mí. Me resultó embarazoso atrapar el femenino bouquet, sin embargo la tradición de esas latitudes no tuvo cuidado de mi vergüenza.
Emociones, sonrisas, fotos, traductores y cuando desperté, el momento se había vuelto un recuerdo.
Y una vez más allí estaba yo, volando de nuevo para Argentina y pensando en que la historia había comenzado con un viaje casi frustrado por una quiebra y una bienvenida poco amable de quien hoy es uno de mis mejores amigos.
Un polaco, un argentino y una moldava (1er parte)
Terminé mis estudios en el seminario de teología un caluroso febrero entrerriano hace algunos años. No quería saber más nada del ambiente religioso de mi comunidad, de presiones por parte de mi familia, de apariencias y disimulos que me resultaban agotadores. Deseaba irme y pensé en partir lo más lejos posible. Fue entonces cuando llegué a saber sobre la posibilidad de comenzar mi carrera profesional en Inglaterra dentro de un colegio con alumnos que provenían de distintas partes del mundo. Todos convivían en una especie de internado en el campus de la escuela.
Obtuve mi visa, me aceptaron en el colegio, calculé mis ahorros y fui a comprar el pasaje. Lo adquirí un martes y todavía recuerdo la emoción que sentí cuando salía de la agencia de viajes y sentí el olor del billete que acababa de ser impreso. Era puro aroma a nuevos aires, chau Bs. As.
Al otro día abrí el diario como de costumbre. Un informe a doble página auguraba un futuro negro para la otrora empresa de bandera Brasileña. Varig se acercaba a la quiebra y mis sueños de libertad también. Sería largo explicar como “lloré” frente a cada empleado de la compañía con el que pude hablar. El último de estos, pienso que entendió mi desesperación como la de alguien que depositaba en este pasaje mucho más que unas vacaciones. Me ofreció una ruta alternativa vía Alemania con conexión por tren hasta mi destino. El viaje me llevaría 31 horas. ¡Para ese entonces no me importaba que lleve seis días! Mis recuerdos de alivio curiosamente se entremezclan hasta hoy con la sensación de asco que sentí mientras sin pensarlo acaricié el reverso de aquel escritorio frente al empleado de Varig y comprobé la asquerosa presencia de secreciones nasales, más conocidas como mocos secos. No quiero saber quien se las arregló para dejar testigos pegoteados de su paso por allí. Desagradable recuerdo para tan agradable noticia.
Pasaron lo días y finalmente viajé. Después de las largas 31 horas de travesía llegué a Stanborough School. Me recibió el jefe del internado y con su acento entre portugués e inglés me condujo de buena manera y manteniendo el espíritu de bienvenida hasta el cuarto que compartiría con un tal Daniel, de origen Polaco que hacía 2 años que trabajaba en la institución. Tras abrirse la puerta con el todavía inolvidable sonido a bisagras secas, lo ví por primera vez. Apenas levantó la vista desde su escritorio para decir Hello. (continuará)
miércoles, febrero 16, 2011
nada que escribir
sábado, enero 29, 2011
Encontrar
Perdido en los callejones sin salida de los ensayos que no acaban y no terminan tampoco en ninguna parte.
Es raro caminar la cornisa de un edificio que no construiste, inmueble al que te llevaron y te enseñaron aceptar como propia casa. Cuna de una institución que estás seguro, no elegirías si tuvieras que transitar por las escaleras y los pasillos previa consulta a tu propia voluntad, sin lastres de pasados que pesan hacia adentro.
Cómo sería tu vida sin esta tradición? Cómo sería tu pensar sin tanta deformación proteccionista?
Imposible saberlo, agradable pensarlo.
Lo curioso es que si hubiese podido esperar a adulto para elegir mis convicciones personales no creo que hubiese elegido las mismas que, por lo menos otros, creen que sostengo hoy. No creo que el camino hubiese sido en alguna manera parecido a este.
Y en la posibilidad alegórica de que mi vida no sea como es -en base a decisiones distintas-, se pierden tantas cosas que hacen que mi vida sea mia, que no sé si este sueño de día en el que estoy subido a otra realidad y recorriendo otras galerías puede considerarse mejor.
No sé sobre aquello o en realidad sé demasiado sobre esto. Y sobre esto escribo en este post.
viernes, enero 28, 2011
El vértigo de las fotos y las letras.
La curiosidad de no saber casi sabiendo.
La distancia ínfima entre dos puntos equidistantes a un centro, Gran Centro.
La velocidad de lo impredecible y de lo desconocido.
El loco vivir cotidiano cortado como el café, por un coffee mate home made lejano.
La vida que parece tomar otro color de la mano de lo que es sin ser.
El hecho de que no me entiendas del todo mientras leés y lo sigas haciéndo.
El combustible de no poder más y seguir pudiendo...
domingo, enero 16, 2011
La gran idea
lunes, enero 03, 2011
¿La carta o el sobre?
Sentí un alivio infinito, como si ese pequeño sobre apaisado sobre mi cama fuera el talismán que quebraba terrible día de pesadilla.
Me llamó menos la atención el color que el perfume. El color: celeste anémico que algún tiempo atrás, en el momento de comprarlo pudo haber sido algo así como un lavanda. Me llevé el sobre a la nariz. El perfume (una mezcla de papel, nicotina y
chicle Big Red de cinnamon) no hacía juego con el color del sobre, con el momento que vivía ni con parte de las huellas (tal vez del cartero) que se encontraban ensuciando "mi" sobre. Lo sentí muy "mío". Pues ahora lo era, después de todo tenía mi nombre escrito en letra mayúscula y prolija, clara evidencia de que había sido preparado con la paciencia y la premeditación necesarias. Preparación que lo convertiría desde el momento de enviado en mi futura propiedad.
No había remitente.
Miré el sello del correo, leí "Tucson, Arizona".
Para entonces, la toalla que circundaba mi cintura y las gotas que todavía colgaban de mi espalda me incomodaron. El verano a esta hora del día no conseguía evitar el escalofrío. Eso sí, mi curiosidad logró disuadirme de dejar el asunto para después y con medio sobre abierto descubrí que tenía la carta y un par de fotografías ya en las palmas de mis manos. Pestañé varias veces, la letra no me dejaba lugar a dudas. Pero las fotografías contradecían todas mis expectativas...